martes, 5 de enero de 2016

La Muerte de la Comunicación

Muy buenas,
Esta es una idea recurrente sobre la que llevo tiempo pensando y me gustaría poder empezar a plasmar en palabras.

Y es que, de qué sirve TRATAR de hablar con gente que...
-No tiene TIEMPO para escuchar ni construir una conversación?
-No quiere ESCUCHAR?
-No quiere DEBATIR?
-No quiere DESCUBRIR lo que piensan los demás?
-No quiere CONOCER otros puntos de vista?
-No es COHERENTE.
-No CUMPLE con su palabra.
...

No nos hemos convertido más que en un rebaño oligofrénico que ovejas tratando de balar más alto que la vecina. Estamos jodid@s.

Actualización a 08/01/2016: Interesante:
http://federicohelman.com/incomunicacion.html

La incomunicación es muy inteligente tiene un objetivo muy claro y específico: que a pesar de hablar no nos comuniquemos.
Esta idea tan obvia comienza a ser letal cuando se la empieza a profundizar. ¿Y por qué no debemos comunicarnos?
Pues al hacerlo honesta e inteligentemente comienza a quedar en evidencia la mentira, la fabulación, la manipulación, el chismerío, la pedantería, la omnipotencia y lo intrascendente, que forma parte del "kit de incomunicación" que nos maneja y manipula a su antojo.
Un mirada 360 y se podrá observar que esto es al momento lo que reina y gobierna entre muchos de los que nos rodean.
¿Y cómo es posible que estos agentes del no cambio estén tan instalados en la cotidianeidad?
Con un vaciamiento similar al que sucede en los procesos de tipo económico pero que apunta al corazón mismo de la comunicación, un verdadero ataque a su centro neurálgico y estratégico: la palabra.
Al vaciar  las palabras de contenido, se obtiene la materia prima de la incomunicación. ¿Cómo escuchar las razones del otro si las palabras que se utilizan son falsas?.
Hoy en donde cualquiera las usa y acomoda a su gusto y placer, ¿cómo diferenciar  lo falso de lo verdadero?.
Difícil, pues estamos en un mundo donde se impone lo aparente. En un mundo "muy comunicado".

He aquí una clara batalla ganada por la incomunicación. Pues al emitir palabras falsas ella sabe que ha vulnerado nuestro mayor activo. Pues el no tener palabra ni respetarla, es actuar desde la incomunicación.
...
Pues si bien nuestros actos son definitorios, las palabras forman parte de una acción y no son meramente cuestiones enunciativas las que articulamos en una conversación o en un documento. Son parte de la actividad humana, y tener palabra no es lo mismo que no tenerla aunque se hable hasta por los codos. Traigamos a la escritura otra palabra: “empeñar”.
Empeñar la palabra es sinónimo de darla y luego rescatarla, cuando uno incumple con esta parte del trato, lisa y llanamente la pierde aunque pueda seguir repitiéndola como un loro. Instantáneamente pasa a ser un deudor insolvente para con su propia lengua. No tiene palabra. La emite. Pero es falsa.
...
La incomunicación tiene una tarea y un claro objetivo: que nos gobierne la sordera y la ceguera.
Y la verdad, por dolorosa que ésta sea, es superior en calidad de vida a la mentira: es su antítesis.

Erradicar la incomunicación es una tarea con la que debemos encarar la historia nuestra de todos los días.
Recuperando la palabra para nosotros mismos, respetando su sentido, utilizándola con delicadeza y con cuidado, Así podremos evolucionar, crecer, mejorar o elevarnos hacia el extraordinario proceso humano.

Con lo cual debemos abandonar primero esa fabuladora idea de que estamos en un mundo que progresa. El progreso no pasa por el último cachivache que manejamos u operamos desde nuestras estaciones remotas de trabajo.
Convengamos que nuestra brutalidad en parte, es mérito de la incomunicación que no permite alcanzar las ideas y los métodos que resuelvan nuestras vidas.
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Y como si esto fuera poco, después de tanta mentira en circulación, muy pocos están dispuestos a escuchar.
Pues escuchar es el arte de la comunicación. (leer es escuchar)
Esa disposición a oír es el primer ejercicio de la comunicación.
Si abrimos las puertas de nuestros tímpanos y dejamos a las palabras ingresar en nuestras mentes, comenzaremos a curar nuestra sordera y allí empezaremos a observarnos y a vernos tal cual somos. Podremos entender y aceptar que vivimos llenos de ilusiones y motivos aparentes tratando de justificarnos constantemente, o de manipular la mente del otro. Mintiendo como sea y a como de lugar.
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La realidad objetiva es que no se puede desvincular a la persona de la palabra. El individuo se constituye como tal en la medida que se remite y respeta una vez que ésta fue entregada. La palabra es algo que se da y se recibe en un intercambio sutil de intenciones y expectativas, de promesas y de retribuciones poniendo al tiempo como testigo soberano ante un juez implacable que juzga en la conciencia.

Muchos en algún punto vemos en todo esto a una certeza que nos proyecta hacia esa promesa de humanidad intentando hacerla realidad en el día a día, esforzándonos para que no esté tan lejana, para no empeñarla en vano.
En cambio, para otros, esto directamente es incomprensible e incompatible con sus planes inmediatos.
Luego, a la deriva, va el resto que transitan su existencia bajo el mandato de sordera con una mente en cuyo espacio de acción la palabra carece de peso específico sin poseer el más mínimo de atractivo, dedicando su tiempo tenazmente simplemente a gastarla a mansalva sin pensar que jamás deberán rendir cuenta de ella. Como si lo dicho y hecho nunca hubiese quedado registrado, algo así como negar la existencia de la imprenta, la literatura, la radio, el cine y las grabaciones. La palabra es acto de entrega y no un disfraz para la vida.
...
La esgrima verbal es hoy parte del arsenal con el que el “bípedo parlante” ataca por doquier y frente a todos aquellos que quieran escucharlo. Amplificando sus verdades en cuanto foro o sistema de comunicación le de cabida, o ante cualquier audiencia que encuentre para propalar su sabiduría y pronosticar dictatorialmente sobre cualquier cosa que se esté tratando. Allí esgrimirá todo tipo de frases filosas e hirientes tomando siempre la iniciativa y anteponiendo: “yo” pienso… “yo”  esto, “yo”  lo otro. Su “yo” lo tiene totalmente sometido y de tanto decir “yo” cree que en realidad lo es, que es un “yo” que se trata de una unidad parlante única e irrepetible, cuando en realidad apenas es una marioneta de un psicopático ventrílocuo que le baja línea para ocupar un espacio. Un tiempo. “Tiempo” es otra palabra interesante a la que debemos respetar, de lo contrario nos puede salir caro.
Actualización a 26/08/2016: Interesante:
http://blogs.20minutos.es/comunicacion-no-verbal-lo-que-no-nos-cuentan/2016/08/26/por-que-interrumpimos-a-los-demas/

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